En Cisjordania, los colonos israelíes queman los olivos de los palestinos - Carolina S. Pedrazzi
En Cisjordania, el ejército israelí ha prohibido a los agricultores palestinos acceder a sus tierras y grupos de colonos queman sus cosechas. Jacobin habló con olivicultores sobre las medidas draconianas de Israel para destruir sus medios de subsistencia.
El 30 de octubre, el agricultor Omar Ghoneym condujo desde al-Khader hasta sus tierras en la zona sur de Belén. En el camino recibió una noticia inconcebible: los colonos habían arrancado y destruido la mayor parte de su propiedad (principalmente olivos). Lo que vio al llegar lo quebró. No sólo había perdido toda su cosecha, sino que incluso los bulldozers israelíes habían destrozado, piedra por piedra, la centenaria dar (دار —casa rural tradicional) que solía mirar hacia la colina.
Mahmoud Abdullah, otro agricultor, tiene acres de viñedos justo al lado de los árboles de Omar. No se le había permitido recoger los frutos desde el 7 de octubre. Pero en la mañana del 30 de octubre, ya no quedaba nada que cosechar porque sus vides habían sido aplastadas contra el suelo. Los colonos destrozaron todo en las colinas palestinas que rodean Efrat, su colonia.
Los agricultores palestinos conocen cada milímetro de su tierra. Para ellos no existen las "plantas silvestres": cada brote es una expresión de la vida palestina, flora autóctona. Recogen las cosechas, cuidan de sus árboles y caminan por sus viñas con el mismo amor y responsabilidad con que protegen a sus seres queridos. Sus familias han sido guardianas de estos árboles durante generaciones; y los olivos han alimentado y resguardado a sus cuidadores durante el mismo tiempo.
Esta guerra no sólo tiene lugar en Gaza. Tras los ataques del 7 de octubre, Cisjordania ha vivido las semanas más mortíferas desde la Segunda Intifada. Hasta este martes [7 de noviembre], más de 140 palestinos de Cisjordania han muerto; 2.040 personas han sido detenidas, y los pueblos y ciudades han sido sometidos a un bloqueo que ha impedido a los residentes viajar fuera de sus localidades.
Los agricultores palestinos se han visto especialmente afectados, ya que la mayoría tiene tierras, cultivos y cosechas en la denominada “Área C”. Esta es la mayor de las tres zonas en que se ha dividido Cisjordania desde los acuerdos de Oslo en la década de los 90’, que estipulaban que la Autoridad Palestina debía administrar las Áreas A y B, mientras que el Área C debía "devolverse progresivamente a los palestinos". En la realidad, el Área C, que comprende casi el 70% del territorio de Cisjordania, ha permanecido bajo el control militar absoluto del ejército israelí (Fuerzas de Defensa de Israel, IDF), y los asentamientos israelíes han continuado expandiéndose allí durante las últimas tres décadas.
A los agricultores no se les ha permitido llegar a esas tierras durante el último mes, y las IDF les han informado que si intentan acceder a sus olivares, serán asesinados. Algunos agricultores han compartido fotos de panfletos que los colonos dejan en sus arboledas, en los que se lee: "¡Has llegado a la frontera! La entrada está prohibida y es peligrosa, y cualquiera que se acerque verá árboles ardiendo".
Cuando le pregunto qué ha estado haciendo, dada la proscripción de cuidar de sus viñedos, Mahmoud dice que ha estado pasando sus días únicamente viendo las noticias y rezando por la gente de Gaza. “A estas alturas, la cosecha ya se echó a perder por completo. Lo único que podemos hacer es esperar que termine la guerra. ¿Cómo podemos ocuparnos de nuestros propios problemas aquí mientras Gaza está bajo fuego?".
Los ataques contra agricultores alcanzaron su punto máximo el 28 de octubre, cuando un soldado israelí fuera de servicio disparó contra Bilal Saleh, un agricultor del sur de Naplusa, delante de sus cuatro hijos. Murió en el acto. El soldado fue detenido, pero como muestra el historial de ataques de colonos y/o soldados contra civiles palestinos, los infractores israelíes han sido liberados prematuramente: protegidos por la impunidad.
Otros agricultores, como Na'em Abu Eram y su familia del sur de Hebrón, han sido agredidos y gravemente heridos a golpes. El padre de Na'em, de setenta y dos años, fue atacado por colonos mientras pastoreaba a sus ovejas y debió ser hospitalizado. Uno de los hermanos de Na'em ha grabado todos los ataques que han sufrido en los últimos quince años y comparte los videos con organizaciones de derechos humanos como B'Tselem. Hace dos semanas, un colono le confiscó el teléfono y le rompió los dedos al hacerlo.
Abdullah Salem Abu Aram tiene sesenta y dos años y, tras jubilarse como profesor de escuela, decidió dedicar su vida a cultivar sus tierras en el pueblo de Qawawis, al sur de las colinas de Hebrón. Pertenecen a su familia desde el año 1958 y, en 1981, su padre plantó cientos de olivos en los casi treinta acres de tierra que poseen.
"Al expulsarnos de la tierra, antes y después de la guerra, la Ocupación nos ha impedido arar, podar y recoger nuestros frutos. Los colonos siempre nos han golpeado y amenazado con asesinarnos. Llaman al ejército para echarnos de nuestro suelo bajo pretextos falsos". Continúa: "Ahora no podemos regresar para cosechar el cultivo porque tememos por nuestras vidas y no sabemos qué hacer. El cultivo se destruirá, ya que no podremos recogerlo. Constituye el 80 por ciento de los ingresos de mi familia; aunque ahora mismo ni siquiera pienso en eso: lo que está ocurriendo en Gaza ocupa todos nuestros pensamientos".
La mayoría de los civiles palestinos -especialmente los agricultores- no poseen armas. En cambio, los colonos -todos ellos con formación y equipamiento militar- han recibido recientemente miles de pistolas y rifles distribuidos por el propio ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir.
Le escribimos a la unidad del portavoz de las IDF y les pedimos que comentaran sobre el reciente aumento de la violencia de colonos y soldados en Cisjordania. Les solicitamos que tuvieran en cuenta específicamente el asesinato de Bilal Saleh y los ataques que afectan a los agricultores. En su respuesta no mencionaron ninguno de los dos temas, pero resaltaron que su misión en el territorio de "Judea y Samaria" -nombre bíblico de Cisjordania- es garantizar la seguridad de sus residentes e impedir cualquier ataque terrorista.
Como parte de las operaciones antiterroristas, afirman que han estado realizando arrestos nocturnos para detener a sospechosos, e instalando "puestos de control dinámicos" para garantizar la seguridad en todo el territorio. No hace falta decir que los residentes a quienes protegen son solo israelíes, ya que todos los palestinos caen en la categoría de terroristas potenciales.
Su respuesta sencillamente no refleja la realidad: los arrestos nocturnos han resultado en la detención de miles de activistas por la paz o de palestinos comunes que han sido acusados de colaborar con el terrorismo simplemente por darle "me gusta" a publicaciones en Facebook. Por otro lado, los "puestos de control dinámicos" en cuestión son, de hecho, bloques de cemento bastante rígidos, puertas de hierro y montículos de tierra, que han restringido por completo el movimiento de los palestinos dentro y fuera de sus pueblos. Esto ha aislado aún más a muchas comunidades que ya estaban desatendidas y que carecen de acceso a instalaciones sanitarias o recursos hídricos debido a la Ocupación.
Además, para poner en perspectiva la agenda "antiterrorista" de las IDF, debemos tener en cuenta que los datos anteriores al 7 de octubre muestran que los colonos de Cisjordania ya eran los residentes con mayor posesión de armas en todo Israel y Palestina, y que el uso de armas de fuego para perpetrar ataques contra palestinos ha crecido exponencialmente en los últimos años.
Con esto en mente, la invocación a la legítima defensa como justificación de la violencia desatada contra los palestinos es enormemente desproporcionada, y carece de sentido cuando las víctimas de esta violencia son agricultores desarmados.
Agricultura para la Liberación
“Octubre es un mes sagrado para Palestina: los ingresos anuales de muchos agricultores dependen casi por completo de la temporada de cosecha de aceitunas. Las familias se quedarán sin nada como consecuencia del bloqueo israelí", afirma Saad Dagher, agrónomo palestino de Mazari En-Nubani, un pueblo al norte de Ramala.
Dagher tiene más de un cuarto de siglo de experiencia en investigación agrícola en el campo y la academia. Sostiene que la liberación palestina está inherentemente vinculada al derecho de los palestinos a autogestionar su propia agricultura. Durante décadas, la tierra ha sido colonizada, y las autoridades israelíes han obligado a los agricultores palestinos a obedecer métodos de cultivo que van en contra de sus tradiciones.
"La agricultura palestina siempre ha sido policultural, lo que significa que en un mismo terreno pueden y deben coexistir diferentes cultivos. La agricultura israelí ha impuesto los monocultivos, que van en contra de la biodiversidad natural y la autosostenibilidad de la tierra palestina", afirma Dagher. Esta es una de las dos razones principales por las que Israel pone tantas trabas a los agricultores: quiere eliminar todo rastro de la historia palestina, y también la historia natural de su suelo.
La otra razón es que los árboles y cultivos que pertenecen legítimamente a los palestinos representan un obstáculo para la apropiación de más territorio, por lo que eliminar sus huellas facilita el proceso. "Aproximadamente un millón de olivos, muchos de ellos centenarios, han sido arrancados por Israel desde 1967. No sólo los arrancan con el pretexto de que necesitan hacer espacio para asentamientos u otras infraestructuras de la Ocupación, también afirman que los olivos representan "amenazas a la seguridad" de los israelíes, ya que los árboles son postes tras los que se esconden los palestinos para atacar a los soldados. Es una locura".
Los agricultores palestinos producen anualmente entre veinticinco mil y treinta y cinco mil toneladas de aceite de oliva (Zeit Zeitoun); Dagher predice que la temporada de este año producirá, en el mejor de los casos, entre doce mil y quince mil toneladas. Cifras similares se obtuvieron de las temporadas de cosecha de la Segunda Intifada, durante la cual los agricultores no sólo no podían recoger sus aceitunas, sino que además se les detenía rutinariamente en los puntos de control israelíes y se les obligaba a derramar sobre la carretera los pocos galones de aceite de oliva que habían logrado producir.
Dagher teme que la historia se repita a medida que más y más agricultores y palestinos inocentes están siendo acosados a un ritmo excepcionalmente alto. Sin embargo, aunque la economía palestina -que depende principalmente de la agricultura (6% del PIB)- sufrirá graves consecuencias, la actual represión contra los agricultores no es sorprendente.
Incluso antes del 7 de octubre, a los agricultores palestinos nunca se les permitió el libre acceso a sus tierras. Cada vez que necesitaban atender sus suelos, tenían que solicitar un permiso especial a las IDF que les autorizaría a cultivar en horarios prescritos, para no ser acosados por los colonos. Y como el ejército israelí a menudo no concedía estos permisos, los agricultores se enfrentaban al dilema de arriesgar la vida para cuidar sus campos y árboles o cuidarse a sí mismos y perder la cosecha.
El riesgo es altísimo, pues llegar a aquellas tierras a menudo implica tener que traspasar el muro del apartheid, constantemente vigilado, que divide el territorio palestino en zonas segregadas. Pero la mayoría de los agricultores están dispuestos a correr el riesgo si con ello protegen su suelo.
Apropiarse de tierras destruyéndolas
La destrucción de olivos y tierras cultivables ha afectado no solo a Palestina, sino también al sur de Líbano. Informes recientes muestran que las IDF han utilizado tantas bombas de artillería de fósforo blanco en el conflicto que se desarrolla gradualmente en la frontera entre Israel y Líbano, que más de cuarenta mil acres de tierras cultivables ahora están quemadas y abandonadas, sin posibilidad de ser cultivadas. Cientos de agricultores libaneses y sus familias han sido desplazados después de perder su principal fuente de ingresos: sus olivos.
Con cada olivo que se quema, se arranca y se destroza, emerge una verdad más amplia: hay un bando que reclama la tierra como propia al protegerla y cuidarla con amor; y otro bando que la reclama como propia al destruir la naturaleza y erradicar su historia agrícola.
Dice Omar, el agricultor cuyos olivares fueron arrollados por los bulldozers de los colonos:
Luchan contra el árbol, luchan contra la piedra, luchan contra la tierra: luchan contra todo lo que sea testimonio de la historia palestina. Quieren cambiar la faz de la tierra porque temen la verdad que encierra. Pero nosotros tenemos un arma que ellos no pueden obtener, con la que resistimos a todos sus intentos de expulsarnos: el amor ancestral y el deber de proteger todo lo que crece en suelo palestino. Palestina es nuestra madre y nunca la abandonaremos.
Ese compromiso con la resistencia es exactamente lo que Israel intenta, literalmente, desarraigar.
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Autora: Carolina S. Pedrazzi
Fuente original: Jacobin
Pintura: Sliman Mansour
Traducción: Catalina Ponce