Obra poética
Prosas de los apócrifos
Los complementarios
Apuntes y ensayos de crítica
Poesía y prosa de la Guerra
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Dentro de la lírica española del XX, la obra de Machado resulta esencial por la gravedad y autenticidad de su voz, por su capacidad para transparentar la verdad del alma. Una verdad que nos lleva de la poesía a la filosofía, como camino de ida y vuelta que reflexiona sobre el propio acto creativo y la capacidad de cantar lo que se pierde para salvarlo de la muerte y del olvido.
Como indica el propio título, el Machado de Soledades, Galerías y otros poemas (1907) está plenamente imbuido en el simbolismo y nos remite a la intimidad del yo. Un yo empapado de la crisis espiritual de fin de siglo, un yo caminante y cansado que siente cómo el tiempo fluye inexorablemente y repasa su propio devenir en las galerías interiores del alma. Aquí encontramos la música interior de Bécquer y la vibración del gran Darío, las luces y tinieblas de un paisaje interior en el que cantar y soñar van de la mano.
La publicación de Campos de Castilla en 1912, coincide con una nueva etapa en la que Machado llega a Soria como catedrático de Francés y se casa con la jovencísima Leonor Izquierdo, matrimonio que se quiebra con la prematura muerte de la esposa y parece consumar aquella pasión de amor frustrado que cantaba en Soledades. Sin embargo, Machado se abre ahora hacia la realidad de la tierra castellana, ruda y áspera. Hacia los labradores y pastores que la habitan. Hacia el lento fluir del Duero que evoca el curso histórico de otros días. Aquí se enclavan poemas míticos como “La tierra de Alvargonzález” (un poema trágico con ecos del romancero y aura de leyenda) o los “Proverbios y Cantares” que preludian al Machado estoico que, lejos del sueño, camina a la luz de la conciencia: “Caminante son tus huellas el camino”. Aforismos donde también encontramos huellas de Bergson o Unamuno, o el “Ciclo de Leonor” que nos descubre al poeta como un sonámbulo en tierras de Baeza, con una lírica intensa donde el amor y la muerte conviven. El contacto con los problemas del campo andaluz, también en esta etapa, van radicalizando su sensibilidad republicana y su compromiso político: “Olivar y olivareros/ bosque y raza,/ campo y plaza”. Y se cierra este poemario clave en la obra machadiana con los “Elogios” dedicados Unamuno, Ortega y Gasset y otros tantos héroes capaces de regenerar la ética y la estética en España de la época
Uno de los textos menos conocidos de Machado es el cuaderno de apuntes iniciado en Baeza sobre un grupo de poetas y ensayistas que pudieron existir en el siglo XIX, germen de los futuros apócrifos Abel Martín y Juan de Mairena. Los Complementarios, como comúnmente se ha llamado a esta rica miscelánea, nos permite asomarnos a su proceso creador y el uso de las fuentes, a ciertos apuntes para las clases de literatura y algunos poemas inéditos.
En 1924 encontramos a Machado en Segovia y fruto de este retorno a las tierras de Castilla serán las Nuevas Canciones, un poemario con una voz grave y personal en el que conviven los proverbios y los cantares con aire de soleá. Y ya en la edición de sus Poesías completas de 1928 encontraremos el Cancionero apócrifo de Abel Martín (más cercano a la subjetividad romántica) y de Juan de Mairena (que logra traspasar la frontera del subjetivismo). En ellos reconocemos la voz de un poeta que pasa del metafísico trágico al retórico y sofista, con un ingenio lúdico. Por último, De un cancionero apócrifo recoge el ciclo de poesía amorosa dedicado a Guiomar, nombre bajo el que se esconde la identidad de la poeta Pilar de Valderrama y nos revelan un amor truncado por el matrimonio de Pilar y por la guerra.
Con la llegada de la Segunda República renace el “Yo filosófico” de Machado en meditaciones del poeta con su apócrifo que va recogiendo en un Cuaderno de notas. Una suerte de breviario íntimo en el que adivinamos el juego de voces entre Machado y Mairena (inspirado a su vez por su maestro Abel Martín), y reconocemos el espíritu socrático, así como las huellas de la tradición de Giner de los Ríos y Eugenio d´Ors que Machado bebió en la Institución Libre de Enseñanza. La cultura popular frente a la académica, la poesía y la filosofía… son algunos de los temas que pasan por el filtro irónico y paradójico de Mairena que no duda en recomendar a sus alumnos: “preguntadlo todo, como hacen los niños”.
Y como colofón a este volumen esencial de Machado recogemos las composiciones creadas durante la Guerra Civil, unos poemas escasos, fragmentarios y preñados del desasosiego de estos tiempos en los que el escritor permanece fiel a la República y pasa del proverbio y la copla, a la galería interior. De entre ellos destaca “El crimen fue en Granada”, con el que rinde homenaje a Federico García Lorca.