«Todo lo que deseo es fama», escribió Margaret Cavendish, Duquesa de Newcastle. Y mientras vivió, su deseo se cumplió. Ataviada con sus vestidos, excéntrica en sus hábitos, casta en su conducta, severa en su discurso, logró durante su vida ser ridiculizada por los sabios y aplaudida por los doctos. Pero los últimos ecos de aquel clamor han desaparecido. Ella vive solamente en las pocas y espléndidas frases que Lamb esparció su tumba. Sus poemas, sus obras dramáticas, su filosofía, sus invocaciones y sus discursos —todos esos folios y quartos en los cuales ella discutía y consagraba su verdadera vida— se desvanecen en la penumbra de bibliotecas públicas o son decantados en pequeños dedales que guardan tan solo seis gotas de todo su caudal. (Virginia Woolf).